Poemas

Si también te gusta la poesía, deberías echarle un vistazo a mi blog de poemas: Gris pradera verde

Rosas rojas

Rosas rojas... una torre de ellas, y en el centro un gran candado, que cierre la puerta a ese mundo en el que habitan las pequeñas yagas que dejaste en mi piel, cerquita de la escalera, que asciende al reino de los cielos, dónde tus sonrisas se convierten en pequeños ángeles de alas rojas (rojas como las rosas). Desde aquí se observa como alzan vuelo hacia la tierra de los sueños, compuesta de pequeños jardines dónde llueven gotas de cristal que marcan mi piel con el sello de una vida dedicada a la reflexión. Y es que mis reflexiones cada día me asfixian más, y ese mundo del que hablo es tan desconocido para mí... Yo sólo sé soñar con tinteros vacíos, con oscuridad... con tinta negra como el carbón entrando por las venas que alimentan un pobre corazón en ciernes. Y cuando la luz entra en mi oscuro mundo, no es bien recibida. Las rosas pronto mueren entre las zarzas, y cuando la luz es sellada, la tranquilidad vuelve al único reino que conozco, y que siempre conoceré. Y lo conozco tan bien, porque yo soy él y él es mi mente. Y todo lo que hay dentro de estas fronteras es sólo un sueño de una mente traicionada por la razón, y es que a veces las palabras duelen más que los golpes.
Rosas rojas... eso sería un verdadero sueño. Me gustaría hablaros de mundos en los que los besos se agrupasen en pequeños grupos de corcheas para formar dulces melodías, que bañasen los oídos de despistados oyentes sólo preocupados por su vida sin sentido en la que no hay otra cosa que una felicidad eterna y silenciosa. Pero el mundo que yo conozco no es ese, el mundo que yo conozco es el mundo en el que los besos se olvidan, las corcheas no son más que dibujos en un papel esperando ser tocado por un violín sin alma, para burdos oídos que no llegarán nunca a captar su melodía. Y los pocos que logran captarla, viven demasiado atormentados con lo que hay en su propia mente para luchar por mejorar lo que hay fuera.
Y cuando siento que las rosas negras me aplastan, una roja (no me pregunten por qué), asoma entre las montañas de escombros de mi alma. Y en el silencio algo cambia lentamente, y entonces sé de verdad que ese mundo está ahí, bajo la superficie de lo que mis ojos no son capaces de mostrarle a mi cerebro, que sólo quiere comprender lo que hay en su propio interior. Y al fin, de verdad, me siento feliz, cuando veo que aún quedan rosas rojas bajo la superficie, y que tarde o temprano formarán una torre.

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