Poemas

Si también te gusta la poesía, deberías echarle un vistazo a mi blog de poemas: Gris pradera verde

Loco pero cuerdo


Hay veces, en que la mente humana puede ser extraña, incomprensible, y precisamente por su condición de extraña e incomprensible la tachamos de retorcida e infame. ¿Pero es verdaderamente aciaga? ¿Por qué, igual que los cuerdos creen en la locura del trastornado, no iba el loco a creer que los perturbados son ellos? ¿Estaría equivocado? Nos basamos en que normal es lo que es propio de la mayoría, pero y si la mayoría del mundo fuesen locos… ¿No seguirías pensando que son locos? No quiero con esto decir que no existan los locos, o que incluso sean más cabales que los cuerdos. Solo quiero decir, que cabe esa posibilidad.
Pues bueno, yo he sido tachado de loco, aunque prefiero definirme como persona con deficiencia cerebral; creo que me causa una sensación con la que me identifico mucho más que con loco. Pero aunque podría pasarme horas y horas contándoles lo mal que lo pasé y lo que me atormento por no haberme dado cuenta antes, no se enteraría de nada, asique lo relataré todo en el orden en que sucedió…
Yo vivía en Redondela, un pueblo Gallego colindante a Vigo. Concretamente mi casa estaba bastante alejada del centro, a unos 2Km y medio aproximadamente. Era una casa bastante vieja. Las puertas estaban apolilladas y la fachada se había inclinado ligeramente a la izquierda. Aunque la inclinación era tan pequeña que a simple vista parecía que no la había, al observar la casa te provocaba una extraña sensación de deformidad, de fealdad.
Allí vivía con mi mujer,  Mariana, una mujer preciosa,  sus ojos bonitos y brillantes, sus delicadas piernas… las piernas, ¡oh! las piernas, no podía parar de mirarlas; blancas, con muy poco pelo, bien contorneadas… También vivía con mis hijos, Clara, de diez años, y Alfonso, de nueve. Llevábamos una vida normal. Vivíamos de lo que ganaba mi mujer trabajando en Regojo y yo trabajando en la venta de los productos que cultivaba en mi propia huerta.
Una noche tuve un sueño realmente extraño… Estaba en la cama, todo estaba oscuro… Oí a mi mujer gritar. Bajé al pasillo y me la encontré tendida en el suelo, la sangre la rodeaba, tenía las piernas cortadas. ¡Sus preciosas piernas! No podía ser… Sentí el aliento de alguien detrás de mí. Me giré, pero no había nadie. El miedo me poseyó. Miraba a un lado y a otro. Como si esperase que el aire me explicara lo que pasaba. Estaba muy asustado… Me sentía extrañamente mal. Alguien me tocó en el hombro. Me giré de nuevo, y entonces me caí al suelo. Oscuridad…
Me desperté y comprobé que mi mujer no estaba a mi lado. El despertador marcaba las seis en punto. Aterrado, temiendo lo peor, abrí la puerta y bajé las escaleras para llegar al pasillo. Mi mujer estaba tirada en el suelo, tal como había soñado. Me quedé paralizado. No podía moverme ni pensar, solo mirarla, con una extraña sonrisa que hacía su expresión, aunque esto pueda parecer raro, más melancólica. Su tedblanca y sus ojos hundidos con las pupilas tan pequeñas que parecían boyas en el océano.
Es extraño lo duro que es pensar en que una persona querida ha muerto. Puedes esconderte detrás de excusas tales como que “algún día morimos todos” o que “las cosas son como son”, pero en el fondo descubrimos que eso solo genera mas preguntas. Es cierto que algún día morimos todos, pero, ¿no parece siempre demasiado temprano para perecer? Es verdad que las cosas son como son, pero, ¿verdad que a todos nos gustaría poder cambiarlas de vez en cuando? La verdadera solución es no pensar en ello... Las preguntas y la curiosidad generan un vacío, una sensación de malestar, pero muchas veces conocer su respuesta es aún peor. Generalmente la mayoría de las veces las respuestas a nuestras dudas no son lo que esperábamos. No digo que no se bueno aprender y conocer el mundo, pero la ignorancia es, seguramente, mucho más feliz.
Después de observarla un rato, por fin conseguí moverme. Cogí el teléfono y llamé a la policía. En pocos minutos se plantaron en mi casa. Al parecer mi mujer había muerto sobre las cuatro de la mañana. Me puse a pensar. ¿Y si quién había matado a mi mujer quería matarnos también a mí y a mis hijos? ¡Mis hijos! No había ido a ver como estaban. La cara se me ensombreció. Subí de nuevo las escaleras y me destiné al cuarto de mis hijos. Por suerte no les había pasado nada. Luego los policías me llamaron y me hicieron unas breves preguntas. Que si faltaba algo de valor, que si habíamos visto algo… Les conté mi sueño. Se rieron, dijeron que <<también los adivinos predicen cosas, claro que le creemos>>. Luego pasaron un poco de tiempo examinando la casa y se fueron. Se llevaron el cadáver al laboratorio y precintaron la zona del pasillo donde habían marcado la silueta de mi mujer y etiquetado las huellas. Me senté en el sofá y me quedé absorto, pensando en el peligro que nos acechaba. Sin querer me dormí. Cuando desperté de nuevo eran ya las 12 de la mañana. Mis hijos no se habían levantado, pero era sábado y no tenían colegio. Me dispuse a preparar la comida. No podía despertar a mis hijos. ¿Como les explicaba yo lo que había pasado? Poco tiempo después mis hijos se levantaron. Vinieron hasta la cocina.
-¿Dónde está mamá? – Preguntó el pequeño Alfonso.
¿Qué hacía? ¿Le decía que su madre había muerto? ¿Qué no la volvería a ver? ¿Qué no la volvería a oír cantando por la mañana? De todas formas tendrían que enterarse tarde o temprano, mas los niños nunca podrían entenderlo. ¿Qué hacer en esa situación? ¿Herirlos ahora, o dejar que la mentira creciese hasta el punto de descubrirse por si sola y, entonces, hacer más daño? Aunque parecía más lógica la primera opción, es muy difícil decirle a tu hijo que su madre, tu mujer, ha muerto.
-Papá, ¿estás ahí? ¿En que piensas?
-En nada, hijo, en nada. Mamá ha ido a hacer la compra. Pronto volverá. Ha dicho que comamos sin ella.
Mis hijos parecieron conformes con mi respuesta.
-¿Y que es esa marca blanca y esas vallas del pasillo? - Preguntó, en este caso, Clara.
Pero no le contesté. Desvié el tema de conversación y los puse a ver la caja tonta. Terminé de preparar la comida y los llamé para comer. Durante el resto del día me preocupé por mantenerme ocupado, para evitar pensar en lo que la noche anterior había sucedido. Hacia la tarde mis hijos comenzaron a hartarse de mis extrañas respuestas. Pero tras una breve charla logré que creyesen que su madre tenía que hacer unos asuntos pendientes del trabajo y volvería tarde. Me tenían arto con sus preguntas, aro. Siempre tenían que preguntar, una y otra vez...
Los acosté temprano, hacia las nueve. Y luego cené y me fui también yo para cama. Aunque seguía frustrado por lo que había pasado, tenía mucho sueño.
En mitad de la noche me desperté(o eso creí yo, porque en realidad estaba soñando). Noté a alguien a mi lado. Aquel tacto, el olor,… No podía ser, ¡si estaba muerta! Me giré, esperando ver su dulce carita angelical… Pero lo que allí había no era mi mujer, si no su cadáver. Con las características transiciones confusas de los sueños en las que la situación cambia. El cadáver de mi mujer se “tele transportó” al pie de la cama. Tenía el brazo extendido y me señalaba. Entonces oí un ruido en el pasillo y, como si mi alma ya supiese lo que había pasado, me eché a correr hacia la estancia en la que se encontraban mis hijos. Allí me encontré a los dos tirados, cada uno de sus miembros estaba cortado y tirado en alguna parte de la habitación formando lo que en aquel momento, y por extrañas circunstancias de la mente, me pareció bonito, aunque ahora solo se me ocurren para describirlo las palabras atroz, macabro, tétrico… De repente el cadáver de mi mujer apareció a mi lado, me asusté y di un respingo, pues no me había acostumbrado, ni creo que hoy lo haya hecho, a tan horrible visión. Mi mujer, pues parece correcto llamarle así, aunque exactamente no fuese mas que su cadáver, se acercó a mi oído y con una voz fría, profunda y excesivamente tranquila (excesivamente pues era de ese tipo de voces tan relajadas y tranquilas, que dan la sensación de que algo malo va a pasar y, por tanto, acaban poniendo los pelos de punta.) dijo: <<Tú>>
Cuando salí de mi sueño el despertador marcaba las once y media. Me levanté, medio dormido corrí hacia la habitación, y allí estaban, mis dos hijos cortados en trozos. Me entraron náuseas y vomité. Me sentía mal, triste,… Y en parte culpable. <<Tú>>, ¿a que se refería? ¿Me estaba culpando el espíritu de mi mujer por no proteger a mis hijos? No creo que nadie me reprochase más por eso que mi propia alma.
Ese día no comí. De nuevo le conté mi sueño a la policía, parecieron alterarse un poco, pero no me creyeron. Me pasé todo el día sentado en mi sofá. Yo tenía toda la culpa, había dejado que mi mujer muriese y luego mis hijos. Debería haberlos protegido.
Es extraño como acarrea las responsabilidades la mente. Como cree que todo está a su cargo, y como asume las culpas de algo que, erróneamente, cree ser su responsabilidad.
Esa misma noche volví a soñar.
Estaba en la cama… mi mujer me señalaba con e dedo. Me asusté y eché a correr por la calle. Corría sin saber a donde iba, me paraba al girar las esquinas, pero allí estaba ella, y me señalaba. Sin que la bruma de la noche y el terror que me inundaba la mente y destrozaba mi voluntad y mi razón me permitieran darme cuenta llegué a la comisaría. Sin saber lo que hacía me arrodillé.
-¡Vale, ya basta, ya basta! Por dios… Yo solo quería seguir viéndolas. Preciosas, blancas, sin pelo, bien contorneadas… ¿Quién no las querría para si? ¿QUIÉN? Y ellos, ¡oh, dios! No se callaban… no paraban de preguntar. No podían callarse. ¡LOS CALLÉ! Por fin paz, pensé. ¿PERO POR QUÉ? ¿POR QUÉ TÚ NO ME DEJASTE EN PAZ? – ahora mi tristeza y mi desesperación se condensaban, se fusionaban con mi arrepentimiento y se dejaban caer como una lluvia negra que mis ojos dejaban escapar, cuan incontenible era - ¡FUI YO! ¡LO RECONOZCO! Yo los maté… Ahora vete, vete, ¡VETEEE!
Mi mujer pareció sonreír, luego me desperté.
Estaba en una celda. Los agentes e contaron todo lo que había hecho, que era exactamente lo que había soñado, excepto que ellos no habían visto el cadáver de mi mujer, y que les pareció que gritaba al aire que se fuese alguna persona imaginaria.

Encontraron en mi cajón un doble fondo, y en él, las piernas de mi mujer. La mente había actuado por si misma, sin hacer caso a la razón, y había conseguido su propósito. Me hicieron varias pruebas para intentar encontrar muestras de sonambulismo, esquizofrenia, o cualquier tipo de anomalía cerebral pero no encontraron nada. Declararon mi caso como “Trastorno obsesivo del sueño desconocido”. Al parecer mi cerebro estaba perfectamente, no había ninguna anomalía. Pero de loco había sido mi comportamiento y como loco quedé. Ahora espero, tranquilamente, la muerte. Y tras ella poder volver a ver, en el cielo, a mi amada…
 Y sus preciosas piernas.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado......
    imagino que has leido Las NArraciones Extraordinarias de Edgar Alan Poe.
    este en concreto me ha recordado a El Corazón delator..........
    la culpa y la histeria del asesinato aprieta hasta la confesión..........

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  2. Si, este es el más claramente influido por Poe, aunque a mi se me asemeja más con la dama a la que el marido le arranca los dientes después de muerta.
    ¡Me alegro de que te haya gustado!
    Gracias por tu visita.

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  3. PD: También son interesantes las reflexiones de las partes narradas, sobre todo al principio y por el medio.

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